Volando a Venezia

Y por fin llegó el día... Esta vez si que medimos bien el tiempo. Allí estábamos clavados, tres horas antes, en el aeropuerto del Prat. Con nuestros billetitos y nuestras maletitas, opá, todo bien agarrado. Como llegamos antes de que se abrieran las puertas para facturar las maletas, nos las tuvimos que llevar con nosotros. Afortunadamente el día anterior, una chica de información nos había señalado un bar que está en la parte de arriba del areopuerto, donde a la vez que te tomas un café y un pincho, si quieres, puedes ver como despegan los aviones y como pasan los viajeros. Este sitio está mucho mejor que las otras cafeterías de abajo, y mucho menos lleno, y además tiene unas vistas de lujo.
Así que allí estábamos... cogimos nuestro vuelito.... y en menos de dos horas ya estábamos en el aeropuerto de Venezia. En el de San Marcos, que Venezia tiene dos aeropuertos. Pues este es el moderno. Todo es nuevo. Tiene tres papelera juntas de colores para reciclar y las maletas se ven llegar desde arriba.
Mientras Pernan esperaba las maletas, yo fui al baño y allí, oh sorpresa. Todo muy limpio y muy normal hasta que levanté mis posaderas de la taza que fue entonces cuando al ir corriendo a buscar la cadena o el botón para echar el agua... de repente sonó una bonita cascada... Ese maravilloso water tenía una célula fotoeléctrica (cómo me gusta esa palabra, bueno las dos juntas, célula y fotoeléctrica) El caso es que en cuanto levantaba mis posaderas de la tapa, no hacía falta ya más na, porque desaguaba la taza sola. Y es entonces cuando pensé que gran invento sería unir este descubrimiento junto con el lavachochos; así tendríamos una taza de lujo! y sólo deberíamos llevar puesta la corona cuando fuésemos al baño. Fui corriendo a contarle mi descubrimiento a P. pero no me hizo demasiado caso, así que decidí olvidar de momento está futura gran alianza de wateres, para poder sentirnos realmente como rey en su trono.